Escuchábamos de fondo los chillidos del marinero italiano metiéndonos prisa para que abandonáramos el ferry, ni la adoptada, ni nosotros queríamos dar ese paso, ya que significaba el empezar el regreso a casa y sobretodo el abandonar esa isla que nos había enamorado.
Cerdeña había sido solo un amor de verano, un amor de esos que se viven con pasión pero solo duran una noche, Córcega en cambio nos había encandilado, su cuerpo lleno de curvas que te incitaban a tomarla una y otra vez, su piel plagada de lunares en forma de pequeñas calas, que te invitan a zambullirte en ella hasta perder el sentido del paso de las horas, sus turgentes pechos envueltos en montañas que desafían la gravedad y su mirada convertida en acantilados con esos colores entre el azul y turquesa….
Todo en ella es sensualidad motera, todo en ella invita al frenesí de los viajeros en moto, una Venus de milo convertida en isla en medio del mediterráneo para el disfrute de los aficionados, la amante perfecta que a completado este cuarteto de moto, personas e isla, a la que estamos deseando volver para disfrutar de sus apetecibles e irresistibles placeres.
El marinero continuaba con su palabrería, nosotros sin decir palabra nos miramos y asentimos al mismo tiempo, volveremos con mas tiempo, loli y yo nos pusimos el casco la adoptada hizo rugir su motor, nos dirigimos hacia la rampa del barco para recorrer los últimos cien kilómetros en Cerdeña, desde el puerto de Santa Teresa hasta Puerto torres, al amanecer cogeriamos el ferry que nos devolviera a la península ibérica.
Continuara..........................
Nuevos amigos
